El tema del derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo acaparó la agenda local y nacional de los medios, los poderes legislativos y algunos grupos de ONG.
Nuevo León está en el ojo del huracán porque la mayoría de sus diputados votaron para considerar la vida humana desde el momento de la fecundación. Para un sector de la población esto es un retroceso.
El asunto tiene que ver con los derechos humanos de las mujeres, no debería ser polémico y sin embargo despierta filias y fobias, divide al país.
La disputa no responde a la esencia del tema, ni siquiera si es retrógrada o de vanguardia. Atiende más a un aspecto actitudinal en donde son dos las palabras mágicas ausentes: tolerancia y respeto.
La tolerancia se vincula a aquellos posicionamientos, pensamientos o acciones en donde un individuo no comparte con el otro, reprueba en su totalidad a la contraparte, pero está dispuesto a entender que, sin compartir, el de enfrente tiene derechos.
El respeto se relaciona más con el hecho de que ambas partes del conflicto tienen puntos encontrados sobre un mismo tema pero, ante la diversidad, se cohabita con la otra parte y ambas desde su particular punto de vista, lo cual genera discrepancias, no conflictos.
La tolerancia logra la convivencia entre quienes tienen puntos divergentes sobre la interrupción voluntaria del embarazo, así quienes están a favor o en contra pueden debatir el tema sin llegar a acuerdos, pero tolerando la opinión contraria.
Lo que vivimos es la falta de tolerancia, la intolerancia a las verdades diferentes con la propia, intolerancia a la pluralidad de opiniones.
Los intolerantes pretenden imponer, exigen que el interlocutor acepte como verdad la del intolerante y rechace su propia verdad.
Los noticiarios nacionales, en su mayoría, cuestionaron a los diputados de Nuevo León por cambiar el código penal. Lanzaron críticas y reproches, demuestran intolerancia ante la pluralidad.
México es un mosaico cultural, eso se dice a diario. Lo somos en el lenguaje, en la gastronomía, en el vestido y hasta en tipos de viviendas. ¡Ah!, pero cuando de temas ríspidos se trata, los desiguales pretenden imponer sus verdades.
El resto del país no puede imponer en Nuevo León su verdad. Si el pueblo nuevoleonés está inconforme por la decisión de sus legisladores que salga a las calles, haga un plebiscito, una consulta e incluso, arme un juicio político a los diputados que votaron a favor la penalización, pero que el resto del país permita a la entidad transitar por su propia cultura, sea ésta a favor o en contra del aborto voluntario.
Los temas de las libertades y los derechos humanos se han distorsionado. Los grupos divergentes, progresistas o pro derechos violan la libre expresión de quienes piensan diferente, violan el derecho a pensar «en forma retrógrada» para quienes así lo quieran hacer.
No se entienda la argumentación a favor o en contra del aborto voluntario. Al respecto sólo puedo afirmar que si el hombre tiene responsabilidades en el embarazo y crianza de un hijo, también debe tener derechos en la decisión que se tome sobre su nacimiento, sobre todo, cuando en una relación, él desee el producto y la mujer no quiera el embarazo, en esos casos sus derechos también deben contar –aunque sean los menos–.
Hay que estar a favor de las libertades, de los derechos humanos, de la libertad de pensamiento y expresión, pero de la libertad de todos, siempre en el marco constitucional.
La libre expresión de las ideas no daña. Estar a favor o contra el aborto es un posicionamiento vinculado a los valores axiológicos, de la salud y cívicos con los que crece cada individuo y éstos son personales e individuales, aunque coincidan con otros.
Es peligrosa la intolerancia de quienes creen que por gritar fuerte, insultar o descalificar, dominan el debate. Esos ganan el pleito, pero no el debate de las ideas.
Las mujeres tienen derechos sobre sus cuerpos, los hombres los tienen sobre los hijos que procrean, pues ambos tienen obligaciones. Los proaborto tienen derecho a su libre expresión, pero también los antiaborto.
Lo que no se debe permitir –y es lo que está permeando en medios y grupos sociales– es la intolerancia. Así perdemos como sociedad y gana la intransigencia.