Recibí de un contacto en las redes sociales, un escrito con el título del día de hoy en la columna; es la otra cara de trabajar desde casa.
«Quien trabaja desde casa no mide bien el riesgo que toma. En especial los trabajos de escritorio, de oficina y aquellos que se prestan para ser llevados a cabo a distancia. Riesgo porque se exponen a ser sustituidos por otra persona a distancia», cita el autor del texto a quien reservo el nombre, pero doy los créditos de sus conceptos.
Me recuerda la película La red, protagonizada por Sandra Bullock, quien representaba a una desarrolladora web que trabajaba desde casa, incluso, llegando a no salir ni para el súper pues todo lo resolvía con servicio a domicilio.
Como refiere la cita, en la película la protagonista terminó suplantada, es un riesgo real al aceptar el homework, entre otros peligros que representa la comodidad por no salir de la vivienda para laborar.
Afirmarán algunos que beneficia al medio ambiente, la economía doméstica y el ahorro de las empresas en gasto corriente.
Aquí un ejemplo del autor en los beneficios: «La empresa ofrece un acuerdo al trabajador con el 20% de disminución al sueldo para que labore desde casa; a pesar del disgusto por la baja salarial rápido se adapta a trabajar desde casa, descubre que le es conveniente pues evita traslado, reuniones y horarios, ahora tiene libertad para no sujetarse a horarios preestablecidos, incluye en los beneficios no tener que asearse y estar presentable para el trabajo en oficina con la presión de antes; agregue que resuelve problemas colaterales como los hijos y su escuela o estancia en casa», pero es una trampa, advierte.
La empresa al adaptarse con el trabajo a distancia puede descubrir que es fácil acceder a la misma fuerza laboral por un costo menor, ya sea con personas del mismo lugar, de otras zonas del país o incluso del extranjero. «El riesgo de trabajar desde casa es que el trabajo se iguala en geografías y el empleado se convierte en una persona que compite con cualquier persona en el mundo».
¿Estamos capacitados para competir globalmente con personas de cualquier lugar del mundo en las funciones que desempeñamos?
Surge el problema de la capacitación y actualización laborales. Las empresas, por ley, están obligadas a capacitar y actualizar permanentemente a sus empleados, pero lo evitan porque son servicios caros y poco visibles en la productividad.
Por su parte, los empleados con frecuencia están en una zona de confort donde son refractarios a la capacitación, temen al ridículo de entrar a un aula para aprender y desaprender los actuales vicios laborales. Es alta la incidencia de rechazo a la actualización, tanto en el sector público como privado, se prefiere la rutina del día a día por sobre la innovación, la creatividad y la actualización tecnológica y de procesos.
Ante este panorama, un amplio sector laboral no competiría con sus iguales de otras latitudes y con costos menores. La empresa puede prescindir del trabajo de planta del empleado para sustituirlo por eventualidades o el servicio de una empresa multifuncional de esas que ya existen.
Falta dimensionar el problema de la salud socioemocional en las personas, ante la falta de motivaciones para arreglar su imagen, hay riesgo de caer en rutinas que contribuyen a la pérdida de autoestima, aumenten el estrés y las ansiedades, además de la disminución en el contacto social, lo cual motiva al intercambio cultural.
Aceptar el homework parece atractivo, pero como todo aquello que es seductor, tiene un doble rostro no tan agradable.