La imagen institucional que utilizará AMLO en su sexenio es la conjunción de cinco héroes de nuestra Historia. Una pincelada del país de 218 años. Ni panistas o priistas pueden cuestionarle la identidad con los próceres de la patria.
Si algo debe cuestionarse es que acomodaron mal a los insurgentes. El acomodo inicia con Morelos, seguido por Hidalgo, Juárez, Madero y finalmente Cárdenas, es Juárez quien sostiene la Bandera al centro.
El acomodo de las cinco figuras en curva hacia afuera, destaca la presencia de Benito Juárez por sobre los restantes, algo insignificante, pero si es como creo, los mensajes con metasignificado y encubiertos por simbolismos recobrarán vigencia en la política nacional.
Debería ir primero el padre de la patria e iniciador de la insurgencia, no se guardó la cronología histórica entre Morelos e Hidalgo. ¿Por qué en los tres restantes sí acomodarlos cronológicamente?
Se puede inferir que dejaron al centro a los más simbólicos para la visión política del Presidente. Si fuera cierto, estamos frente a un político de arriesgue, con mano firme y determinante, con dotes de demócrata, un tanto crédulo en la bondad de la gente, esto representado en las tres figuras centrales, flanqueados por dos brazos pragmáticos, programáticos, operadores. Claro, esto es una de muchas metalecturas de la imagen corporativa del sexenio.
Difícil cuestionar a los personajes elegidos, en su caso, la crítica sería con mirada de derechos humanos e igualdades; centrada en la falta de heroínas -de mujeres héroes, no la otra-, académicos, pacifistas o humanistas por emular.
Es común que en la visión política que se le da a la Historia, las pasiones y los enamoramientos de los políticos con ciertos personajes, terminen en filias y fobias sobre éstos.
Es importante como nación, conocer las cualidades sobre las cuales AMLO se identifica con cada uno. En todos converge la convicción progresista, liberal, republicana y democrática. Pero algo tendrá cada uno que despierta empatía en el presidente y lo mueve a identificarse con él.
Hidalgo enarbola un movimiento transformador, habrá quien afirme ya existían brotes insurgentes previos y posteriores a él, pero ninguno prosperó, ni el gestado en la calle de las ratas en la primer logia masónica.
El de Miguel Ramos Arizpe se incuba desde el constitucionalismo federalista en tiempos de la insurgencia, pero de cuajar, probablemente fuéramos varias naciones.
Morelos, en mi parecer, es el menos refractario para quien busca fobias políticas en los personajes históricos, esto por sus aportes como estadista; sin embargo, no olvidemos que era presidencialista, autoritario e impositivo.
Sobre Juárez hay litros de tinta a favor o en contra, ésta última, incentivada en los sexenios de Fox y Calderón, precisamente por el uso político que se da a la Historia.
Los nuevoleoneses tenemos con Juárez como con Bernardo Reyes visiones encontradas con respecto al resto del país. Con el oaxaqueño por su confrontación con Santiago Vidaurri quien termina muerto por traición a la patria. El de Reyes es similar, también traidor al jefe de Estado pero ampliamente ponderado por políticos locales.
En lo que respecta a Francisco I. Madero, las críticas se centran en su exceso de ingenuidad política, su falta de malicia y su acendrada creencia en el espiritismo, claro, esto último usado para denostarlo, porque de otros con las mismas prácticas espiritistas no se habla, incluidos más recientemente Fox y Marthita quienes tenían sus prácticas esotéricas.
Madero es el padre del sistema político actual. Un convencido demócrata; su error fue pensar que los porfiristas respetaban como él a las instituciones del país.
Finalmente, Lázaro Cárdenas, un personaje de claroscuros, ejecutor de la expropiación petrolera planteada en la Constitución del 17, pero quien pretendió infundir la educación socialista en México, bueno, al menos de nombre.
Luego abundaremos en los aportes de cada personaje a la política mexicana para entender por qué los políticos siempre utilizan a alguno de ellos al delimitar su gobierno.
