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Un partido senecto

El PRI es un partido senecto, no porque las instituciones se avejenten en 90 años, sino porque perdió la frescura de la juventud, olvidó renovarse y responder a las necesidades de la sociedad mexicana del Siglo XXI.

El Partido Revolucionario Institucional (PRI) cumplió 90 años el 4 de marzo. La celebración fue como en casa del difunto, la fiesta se celebró pero sin música ni ambiente festivo, por el duelo que viven los militantes.

El discurso oficial, lo mismo de siempre, un falso optimismo, una falsa modestia al reconocer culpas y las imágenes públicas presentando las mismas caras desde hace más de media vida de ese organismos político.

El PRI es un partido senecto, no porque las instituciones se avejenten en 90 años, sino porque perdió la frescura de la juventud, olvidó renovarse y responder a las necesidades de la sociedad mexicana del Siglo XXI.

El Partido Acción Nacional es el más viejo, pues su registro data de 1939 y en sus casi 80 años de vida, no ha modificado su nombre, por lo que ante la autoridad hacendaria y electoral, su registro es más viejo que el del PRI, que responde a 1946, fecha de la última modificación en el nombre.

Hablar de un partido senecto debería ser un elogio, implica madurez, serenidad, sabiduría, experiencia; claro, hay quienes asumen que el término se aplica a la vejez, por decrépito y decadente.

El PRI está condenado a ser un organismo avejentado, incapaz de evolucionar y transformarse en el interior, es ahí donde debe estar el cambio; usando palabras de los gastados libros motivacionales que explican cómo las personas pueden ser mejores: el partido deben iniciar el cambio desde dentro, modificar sus actitudes, su percepción de la sociedad y asumir el compromiso de escuchar a su yo interno –en este caso, a sus militantes.

El PRI nace como Partido Nacional Revolucionario (PNR). En septiembre 1 de 1928, ante el Congreso, Plutarco Elías Calles convoca a los actores políticos del momento; a llevar la política al cauce de las instituciones.

El 1 de diciembre del mismo año, lanza el manifiesto fundacional del PNR, en el que convoca a partidos, organizaciones y grupos afines a la revolución a discutir los documentos básicos que darían vida a ese instituto político; junto a Calles, firma el documento el regio Aarón Sáenz Garza.

En 1938, durante la lucha por el poder que viven el presidente Lázaro Cárdenas y Calles, quien se mantuvo como el poder tras el trono durante el sexenio previo a Cárdenas, nace el Partido de la Revolución Mexicana.

Es finalmente en 1946 cuando el presidente Manuel Ávila Camacho, en su figura del «jefe político del partido», cambia el nombre a PRI.

En los últimos años, mucho se ha escrito sobre cambiar el nombre del partido, refundarlo, renacer y hasta enterrarlo. México necesita de un PRI fuerte, con auténtica ideología y no con el camaleonismo que le distingue, como también se necesitan vigorosas a todas las fuerzas políticas. 

El PRI está lejos de morir, no porque goce de plena salud política o social, sino porque en su interior aún hay una fuerza real, aún gobierna la mitad de los estados del país y un gran número de alcaldías, lo que le proporciona recursos y capital político para seguir vivo, que no es lo mismo que vigente.

Ante la derrota electoral del año 2000 y con la vergonzante paliza que recibió en el 2006 cuando descendió al tercer sitio del poder, se habló de la necesidad de un nuevo PRI, así llega Peña Nieto y su equipo al poder.

Hoy se repite la historia y en menos de tres años vivirá su prueba de fuego electoral; en lo personal, creo será otra ave Fénix.

México necesita de un PRI senecto, en el sentido de maduro, experimentado, sereno y capaz de aportar al país, representando a los millones quienes aún creen en él, sea cual fuera el motivo por el que le creen.

Lo PRImero que necesita es ser un partido; dejar de ser el botín de sectores, organizaciones y grupúsculos que se reparten las migajas que alcanzaron en 2018.

Requiere lo mismo que llevan décadas demandando sus militantes, respeto a la carrera de partido, militantes que vean coronadas sus aspiraciones por meritocracia partidista y no por amiguismos, compadrazgos, nepotismo o peor aún, contubernios.

El otrora partidazo tiene futuro, pero esperemos a saber si al futuro le conviene el PRI que les llegará.

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