Para comprender el sufrimiento ajeno se debe tener empatía con quien padece. Los cortes de energía eléctrica son un problema igual o mayor al de la inseguridad.
Por los asesinatos nadie sale a bloquear calles, pareciera que esto se normalizó o que la gente lo asume como un asunto individual en cada familia, lo peor aún, que todos los muertos sean por estar metidos en actos ilegales.
La falta de energía eléctrica provoca la solidaridad inmediata, quizá porque la gente está cercana o porque es mal de muchos. La viralidad con la cual se organizan los colonos y emprenden la protesta de resistencia civil mediante un bloqueo de calles es impresionante.
Los bloqueos funcionan porque la autoridad municipal debe gestionar ante la Comisión Federal de Electricidad (CFE) la solución al problema; un remedio que se puede volver otro problema.
El viernes de la semana pasada, por la noche, fui víctima de los bloqueos, iba a casa luego de una jornada de trabajo intensa y por la tarde-noche, la grabación de unos programas de contenido histórico. Cansado, agobiado por el stress propio de una semana intensa y zas… ¡Más de una hora parado en Garza Sada por el bloqueo! Las familias protestaban por días sin energía eléctrica.
No me agrada la protesta, pero comprendo la angustia, ─fue mi reflexión─.
Al llegar a casa me entero que teníamos desde media tarde sin el servicio de energía eléctrica. Algo “común” donde el lapso más extenso fue de seis horas. Sin alarma pensé que pronto se resolvería.
Ese viernes, pasadas las diez de la noche hice el reporte ante CFE, un señor García muy amable recibió mi queja, aseguró había otros reportes, que el problema era mayor y por lo tanto serían más de doce horas más el tiempo en espera.
Cinco las familias afectadas con igual número de medidores. El sábado amanecí revisando, llamé al electricista de confianza, confirmó la sospecha, un problema directo al transformador que alimenta el servicio. En la crisis un remanso, todo indicaba que era un cable cortado y no la falla del transformador pues las noticias afirman existe escasez de estos equipos.
La solución primera, trasladar los alimentos congelados y prioritarios a casa de la única vecina del barrio con energía eléctrica. Primer punto superado, claro que eso no evitó se descompusieran los alimentos como carnes frías, verduras, queso y otros productos.
Las noches inclementes, aguantar el calor de las casas convertidas en hornos por las elevadas temperaturas del día que se aproximan o hasta superan los 40 grados en escala centígrada. El depósito para almacenar agua depende de la luz, como decimos coloquialmente, así que a racionarla y usar tinas porque no se vislumbra pronta solución.
Transcurrió el sábado, así amaneció el domingo, como muchos, llamando a intentar nuevos reportes ante un conmutador de CFE enmudecido, dejando más de 30 minutos la llamada en espera y luego cortarla. Todo auguraba que no había para cuando resolver el problema, al fin de cuentas la crisis era general y en nuestro apagón sólo estamos cinco afectados.
El lunes al mediodía fue un camión de CFE, se subieron al transformador y con la misma se fueron, puse un nuevo reporte pues falsamente aseguraron haber resuelto el problema.
Fui escuchado por la operadora quien afirmó escalaría la queja, eso y alguna de las decenas de llamadas pidiendo apoyo surtieron efecto.
A las cinco de la tarde del lunes, luego de tres días sin energía volvimos a encender el refrigerador, un par de abanicos y tener luz para la cena.
La próxima ocasión que me toque bloqueo por protestas en los servicios, quizá me baje del carro y me una a los manifestantes… ¡Sólo quien vive entiende al que sufre!