El caudillo Francisco Villa fue un personaje histriónico, incluso cuando se fuga de la prisión en Santiago Tlatelolco el 25 de diciembre de 1912 lo hace al mejor estilo de Hollywood, se disfraza de doctor y camina por la puerta principal de la prisión.
Fue preso por la traición del presidente Francisco I. Madero. Al término de la revolución maderista, Villa regresa a sus actividades como comerciante en Chihuahua, sin embargo, ante el levantamiento de Pascual Orozco y la incapacidad por contener la revuelta por parte del recién nombrado general de la división del norte, Victoriano Huerta, el presidente pide que Villa se incorpore bajo las órdenes del militar para combatir a Orozco.
En semanas abate las fuerzas alzadas y a quien un año antes fuera su superior en el ejército maderista, acabada la encomienda envía el 3 de junio de 1912 un telegrama a Huerta informando que se retiraba con sus tropas, lo cual aprovechó el resentido militar para acusarlo de rebelión y traición. El mismo telegrama había enviado el centauro del norte al presidente Madero.
Gracias a la intervención de Gustavo Madero y Abraham González es que el mandatario envía un telegrama con el cual impide el fusilamiento programado por Huerta a Villa. Eso no evita que sea enviado como prisionero a la ciudad de México e internado en la prisión de Lecumberri.
Estaría en esa prisión desde junio 7 y hasta el 13 de julio de 1912, es ahí donde conoce a Gildardo Magaña, ideólogo zapatista, con quien interactúa y desde donde se construye la leyenda tipo Edmundo Dantés (Conde de Montecristo) en la cual se afirma era analfabeta y que en un mes, Magaña le enseña a leer y escribir, falsa la afirmación.
Por intersección de Gustavo Madero y Abraham González, el presidente se “suaviza” y manda a su más leal revolucionario a la prisión de Santiago Tlatelolco, donde compartirá prisión con Bernardo Reyes y Félix Díaz, el primero exgobernador de Nuevo León y el segundo sobrino de Porfirio Díaz, también se dice que Reyes le enseña lectoescritura. Reyes y Díaz junto a Aureliano Blanquet y Manuel Mondragón, colaboran al escape de Villa.
Luego de varias cartas enviadas al presidente donde solicita liberación, juicio justo y finalmente expatriación, recibe en respuesta un silencio sepulcral. Villa entiende que es abandonado y traicionado por su otrora líder a quien le profesó lealtad, incluso ante la traición recibida y el encarcelamiento.
Los conspiradores que apoyaron a Villa en su huida esperaban que se comportara como Orozco, que reagrupara a los suyo y emprendiera contra el gobierno maderista que le traicionó. No contaban con la lealtad del caudillo quien prefiere escapar a EUA y desde ahí escribe una carta a Abraham González explicando que veía en peligro al presidente y quien además requería del apoyo de los leales, incluso señala que no regresa a México pues de lo contrario podría arremeter contra el gobierno federal de Madero.
La suerte acompaña a Villa pues mes y medio luego de su fuga, se concreta la traición y golpe de Estado por parte de los conspiradores a quienes también se suma el ya nombrado jefe de las fuerzas armadas del país y el embajador norteamericano, Henry Lane Wilson. De no haberse fugado, seguro le habría alcanzado el rencor y la venganza de Huerta.
Mientras la sagacidad de Villa le permite prever lo que se avecinaba, la ingenuidad de Madero y su deslealtad con quienes lo hicieron presidente, le llevan a la tumba y, al país a siete años de una guerra fratricida.
La muerte de Madero es conclusión de muchas decisiones mal tomadas.
Imagen cortesía de Un siglo de Huertamaderodíaz – El Presente del Pasado