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Prensa chayotera

Se le llama «chayo» o «chayote» al recurso entregado bajo la mesa a un periodista por obtener los servicios de éste, una práctica común en la relación indivisible entre política y periodismo.

El gobierno federal reveló una lista de periodistas y medios que facturaron durante el sexenio de Peña Nieto. Lo presentan como algo inmoral y casi ilegal. Nada de esto; vender servicios a los gobiernos es legal y moralmente correcto, así sea informativo el servicio.

Se le llama «chayo» o «chayote» al recurso entregado bajo la mesa a un periodista por obtener los servicios de éste, una práctica común en la relación indivisible entre política y periodismo. Ni buena ni mala, una relación donde ambas partes se necesitan.

El chayote no siempre es en efectivo, aunque es lo más frecuente por su impacto directo en el periodista. También puede ser pagado con información, con favores u otra forma de intercambios.

La relación del periodista con el político y los gobernantes surge en el origen mismo de la actividad informativa. A pesar de esa interdependencia, ambos desconfían uno del otro, se tratan con reservas y hasta desconfianza. Rara vez se construyen amistades transparentes, esto por la naturaleza misma de la utilización que cada uno de los actores da al otro.

Esta falta de empatía y la necesidad imperante provocan la coerción, la compra de servicios y el chantaje, desde ambas caras de la relación periodista-político.

Vender servicios periodísticos no es chayote. Se equivocan desde el equipo de AMLO al definir como chayoteros a los exhibidos: son empresas facturando un servicio devengado, así sean microempresas por tener pocos empleados.

En los últimos años del país, se construyó la visión de la prensa apostólica, la que no cobra por sus servicios informativos, la que difunde todo lo malo del gobernante, la quijotesca contra el poder. 

El periodista Jorge Ramos afirmó: «La principal labor social de los periodistas es cuestionar a los que tienen el poder. A nosotros nos corresponde ser contrapoder». Error. Ni el periodista, ni los medios, son la contraparte de los gobernantes ni son los voceros de la gente, como también afirmó.

Los medios son eso: medios. En ocasiones voceros de mensajes oficiales en favor de la población, otras veces la vos de los sin vos. Esa concepción romántica y quijotesca es falsa en la historia de México.

Durante la independencia, Hidalgo y Morelos utilizaron la prensa como una herramienta propagandística de su movimiento, digamos «periodismo con causa». Lo mismo hacía el gobierno realista: utilizaba los medios para desacreditar al movimiento. Así, el «Despertador Americano», el «Sud» o el «Correo Americano del Sur» fueron periódicos insurgentes propagandísticos.

Durante la etapa de la Reforma, Francisco Zarco utilizó el periodismo como herramienta de difusión a las ideas liberales.

En la Revolución Mexicana, la prensa fue determinante en el triunfo y caída de Francisco I. Madero. ´´El imparcial´´, durante 1912, le dedicó sendos golpes que obligaron al mandatario a responder al medio.

La prensa ha jugado un papel protagónico en las transformaciones del país. Siempre hubo prensa crítica y aquella «con causa» a favor o contra un lado de las ideologías políticas.

Los medios de comunicación son empresas de interés público, por tanto es entendible procuren ingresos para gastos y utilidades.

Que un medio o periodista cobre por sus servicios no es inmoral o ilegal, en su caso lo indebido es dejarse utilizar como brazo golpeador por pagos recibidos.

No hay prensa chayotera cuando se factura. Lo que se debe exigir es que esos pagos e ideología del medio se hagan públicos, y así sus usuarios conozcan previamente lo que puede esperar.

Para los amlofílicos, los medios y periodistas que facturaron son despreciables, inmorales, corruptos y vendidos, nada más tendencioso y alejado. Son, en su caso, inmorales por no advertir que cobraban sus servicios y pretender influir desde la supuesta imparcialidad, su respetabilidad e influencia social.

Tampoco hay las y los periodistas inmaculados. Algunos facturaron a Peña Nieto y otros hoy cobran en nómina de gobierno por servicios previos.

Nada oscuro en cobrar por todo servicio, de cachucha ni los besos furtivos. Lo turbio es pretender la falsa imparcialidad o neutralidad que ni existe ni existió en la prensa nacional durante los últimos 210 años. 

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