Monterrey, NL, a 7 de marzo del 17.
Muy señora Mía,
Estimada Sofía, qué contradicción, hoy te escribo para compartir mi experiencia con los teléfonos, seguro es similar a otros quienes como yo, nacieron en la segunda mitad del siglo XX y seguimos vigentes en la segunda década del siglo XXI.
Los teléfonos acabaron con la personal forma de comunicación epistolar; pero también es cierto que su uso actual, nos regresa a la comunicación escrita, claro, no con la abundancia de una carta, más bien con la concreción de un telegrama; aunque debo admitir que hay quienes escriben cuentos completos en donde debería ser una comunicación breve y sucinta.
Viví esa etapa en la que tener un teléfono en el domicilio era un lujo, entonces era frecuente que algún vecino o familiar tuviera teléfono y ahí nos permitían recibir mensajes. Aclaro, no estoy refiriéndome a zonas apartadas o rurales, me refiero a vivir en el corazón de Monterrey, en las zonas rurales era aún más escaso el uso del teléfono.
Aún memorizo el número telefónico de la familia Cantú Rodríguez pues es ahí donde mis padres recibían llamadas y a dónde debíamos reportarnos en una contingencia.
Doña Sofía, cómo no sentir nostalgia de aquellos aparatos con un disco al centro y un apéndice que servía de bocina y auricular. Discar los seis números para marcar a alguien era una aventura.
Tenía siete u ocho años cuando en mi hogar hubo el primer teléfono, un artículo inalcanzable para mis hermanos y este amigo suyo. El servicio era caro y se cobraba por minutos de comunicación. De ahí que fuera muy famosa aquella frase “los teléfonos se inventaron para acortar distancias, no para alargar conversaciones”.
La empresa Telmex –Teléfonos de México- no era propiedad de Carlos Slim, era en ese entonces empresa del Estado mexicano.
Para controlar el uso del servicio, se colocaban unos candados en el disco del teléfono, así, al no poder discar no se marcaba la llamada. ¡Ah! Pero encontramos cómo sortear este obstáculo. Es que la bocina-auricular se guardaba sobre unas piezas móviles que se hundían y permitían que el teléfono recibiera llamadas; a esas piezas se le aplanaba cual si fuera código Morse y ¡mágia!, salía la llamada. Para marcar el tres se aplanaba tres veces seguidas esa pieza, se dejaba una fracción de tiempo y luego el siguiente número y así los seis dígitos de la numeración.
Vinieron los teléfonos digitales o de pulsaciones, con conexión eléctrica además de la línea telefónica y hasta tenían función de remarcar automáticamente, de memoria para algunos números frecuentes y otras monerías. Se volvió un objeto de la decoración en los hogares, había teléfonos de todo tipo y forma. Se acabó la época de los teléfonos de disco.
Ya en los primeros años de los 90´s conocí de la telefonía celular. Hay quienes aseguran ya los había en Monterrey a fines de los 80´s, sólo recuerdo que allá por 1990, la compañía de Slim rifaba y regalaba teléfonos a cambio de un contrato fijo por cierto tiempo.
Para recepción de la señal, los llamados ladrillos de la compañía “Nec” que parecían radios de esos que se usan en las guerras eran inmejorables. Recuerdo, ya adulto joven, traer un ladrillo de estos, ver cómo se deformaba el saco por su peso al meterlo en la bolsa interior del mismo o cómo se colocaba con un clip en la cintura con el riesgo de tumbar pantalones.
En menos de una década la carrera hizo de la telefonía celular una competencia por tener el equipo de menor volumen y mayor duración de la pila, en los 90´s, las que duraban 12 horas eran lo máximo.
Las llamadas costaban al salir o entrar, las compañías ofrecían un tiempo limitado de “cortesía” al mes en el plan, si te excedías venía la lumbre en el recibo.
Surgen los servicios complementarios, identificador de llamadas, llamadas tripartitas, llamadas en espera, ¡uf, más magia! Le siguen los mensajes de texto, los archivos con animaciones en los mensajes de texto que tenían el costo de un minuto de llamada cada mensaje.
Cambiaron las formas de pago, actualmente hay planes que “te regalan” todo el tiempo de voz que quieras a cualquier parte del país sin límite de tiempo y lo que te cobran extra es el uso del internet y el consumo de éste para videos, imágenes y otros tipos de archivos.
Sí, lees bien mi apreciada señora Sofía. En qué momento dejó el teléfono de ser una herramienta de voz para ser una máquina de videos, fotos, archivos de texto, documentos y mil cosas más. Hoy se usa el teléfono móvil –como se conoce al teléfono celular- para veinte cosas que no tienen que ver con hablar por teléfono.
Son cámaras, agendas, despertadores, equipos de diseño y edición de fotos, videos, audios y hasta documentos de texto. Los jóvenes pueden hacer sus tareas desde el teléfono, los ejecutivos ya tienen una oficina con todo y secretaria en el equipo telefónico móvil.
Están en proceso de extinción los teléfonos fijos como se conoce a las líneas telefónicas de las casas. Ahora, todos estamos atrapados a los teléfonos móviles, creo que hasta una adicción existe, pero qué cosas, no por hablar sino por escribir, ¿imaginaste alguna vez que te multarían o llevarían a la cárcel por usar un teléfono?, hoy es realidad con los llamados móviles.
Le llamamos textear al acto de escribir mensajes con palabras y hasta con pictogramas que tienen significados especiales. Imagina, dos puntos y uno de los corchetes de paréntesis y eso significa una carita triste o alegre, según sea el caso.
Espero no haberte abrumado, luego escribo más sobre esta transformación, anhelo haber dibujado en tu mente la evolución que en menos de 30 años ha tenido la telefonía. Pues hoy tenemos teléfonos para escribir, tomar fotos, videos hacer tareas y de vez en cuando, para hablar.
“Escribiendo la historia para el futuro”
Afectuosamente quedo a sus invaluables saberes.
Óscar Tamez Rodríguez