Monterrey, NL, a 12 de marzo del 17.
Muy apreciada doña Sofía,
Revisando documentos antiguos me topé con un esténcil para mimeógrafo y unos viejos exámenes de esos que aplicaba en mis tiempos de profe en la primaria. Cuántos recuerdos vinieron, permita estimada Señora le comparta mis remembranzas.
Como usted lo sabe, mi primer estudio profesional fue el de profesor de educación primaria, allá en el inicio de la década de los 80´s, el plan de estudios de la Normal Miguel F. Martínez incluía aprender a hacer mimeógrafos manuales y rústicos, pequeños y portátiles para transportarlos a las escuelas en caso de que fueran rurales o muy “pobrecitas” –así nos referíamos a las escuelas- y así reproducir los exámenes para los escolares. ¡Qué tiempos aquellos!
Confieso nunca tuve necesidad de usar ese conocimiento pues siempre trabajé en escuelas con mimeógrafo.
Las generaciones del siglo XXI seguro no conocen estas herramientas que en la segunda mitad del siglo XX eran la solución para los profes.
Le decía estimada Sofía, que entre mis documentos apareció un esténcil. Estaba funcional, con su hoja principal de papel cebolla u otro material similar que por su delgadez permitía el paso de la tinta, pero con la resistencia para no desgarrarse fácilmente al humedecerse con la misma tinta. El pasante y su hoja de verificación que se dejaba hasta colocarse en el mimeógrafo y una vez se confirmaba que todo estaba bien, se quitaba para iniciar el proceso de impresión.
Los viejos exámenes, debo reconocer son de causar risa frente a lo que se puede hacer hoy con la tecnología actual. Hojas de papel revolución, porque esas eran las que mejor funcionaban con el mimeógrafo, generalmente tamaño oficio.
Vino a la memoria cómo en la vieja máquina Olivetti tecleaba el examen en el esténcil, dejando espacios para los dibujos que agregaríamos, ya fueran figuras geométricas para calcular un área, o mapas para geografía, hasta rostros –un tanto deformes, reconozco- de personajes históricos.
¡Llegó la modernidad! En la escuela primaria “Tte. Juan de la Barrera” de la colonia Ancira en Monterrey había un mimeógrafo eléctrico, ya no de palanca manual, por fin no había que estar dando vueltas para imprimir cada hoja; se programaba la cantidad y el mimeógrafo trabajaba solo; además, se podía usar con hojas de papel bond, de estas que aún se utilizan para los escritos. Aquello era un gran avance pues podíamos imprimir guías, materiales de estudio y hasta ejercicios. ¡El gran lujo!
La tecnología avanzó, accedí al uso de la computadora por primera vez en 1990, una IBM 360, se le conocía por ser de avanzada en su época, su básico disco duro no llegaba a un giga. Apenas unos cientos de megas de memoria en el disco.
Con la computadora podíamos hacer maravillas, tipos de letras, tamaños, incluir dibujos de una biblioteca pequeña del programa. Imprimir en aquellas viejas impresoras que utilizaban papel continuo era un lujo, es más, creo que aún se usan este tipo de impresoras en algunas oficinas por necesidades específicas.
Siguieron los avances, las computadoras evolucionaron rápidamente, hoy en una computadora doméstica podemos contener la información de cualquier biblioteca del mundo. Vaya, si no cupiera la información por falta de memoria, podemos comprar estas herramientas portátiles llamadas USB o un disco duro externo, que son memorias portátiles de bolsillo con capacidad de almacenar miles o millones de datos. En estos tiempos, términos como “megabytes, gigabytes o terabytes” -pronto se generalizará el vocablo “petabyte” (más de mil terabytes)-, son parte del lenguaje cotidiano. Expresiones que se refieren a la capacidad de almacenaje que estas USB o memorias externas pueden contener.
En esta segunda década del siglo XXI es sencillo redactar un examen para los alumnos, incluyendo imágenes de primera calidad, incluso con perspectiva para una mayor compresión visual y en tercera dimensión. ¡Hasta pueden almacenarse para una posterior utilización!
Los tiempos del mimeógrafo manual terminaron, hoy seguro son piezas de museos o algunos estén en una vieja bodega de escuela. ¿Cuántas historias podrían contar estos armatostes?
Cuántos panfletos, volantes, manifiestos y avisos escolares habrán pasado por sus desgastados rodillos metálicos.
Seguro usted recuerda doña Sofía, los mimeógrafos servían para imprimir clandestinamente volantes propagandísticos, manifiestos sindicales, panfletos o posicionamientos a favor o contra alguna autoridad o disposición. Claro, sin olvidar la reproducción de programas de estudio y circulares para padres de familia y maestros.
Archivar cajas de papeles es ya historia, ahora con un escáner –máquina para copiar digitalmente y archivar en memorias computacionales- podemos tener en USB, cualquier cantidad de documentos y trasladaros para abrir e imprimir en cualquier sitio y casi con cualquier computadora portátil.
Vamos más lejos, actualmente en muchas escuelas ya no se imprimen exámenes, los menores escolares presentan en una tableta o en su computadora, ya hay programas computacionales que permiten diseñar, aplicar y evaluar automáticamente las evaluaciones escolares sin necesidad de imprimir, con el uso de videos, sonidos e imágenes tridimensionales. ¡Qué lejos está mi rememorado esténcil!
Doña Sofía, la memoria me transportó a 1982 cuando aprendí a hacer mimeógrafos rudimentarios para las zonas marginales, 35 años después esa herramienta es obsoleta, viva sólo en mis recuerdos porque en la vida cotidiana, la tecnología nos depara una nueva sorpresa cada día.
“Escribiendo la historia para el futuro”
Afectuosamente quedo a sus invaluables saberes.
Óscar Tamez Rodríguez