El Presidente divide a la población en liberales y conservadores; desde su personal visión, los liberales son los buenos, en él representados, y los conservadores los malos. No es simple discurso, es estrategia bien estudiada.
La marcha del 5 de mayo, donde participaron miles de mexicanos en contra del pejesidente, es la cereza que corona la estrategia comunicativa del gobierno.
Los chairos, amlofílicos, amlovers o como usted guste llamarlos tienen en AMLO a su líder moral y político. Vicente Fox, con su protagonismo, les dio al villano de la película: en él se representa a los fifís, los amlofóbicos, los conservadores, mejor imposible para la estrategia comunicativa.
Ya se puede contrastar a los liberales identificados con AMLO y a los conservadores corruptos con Fox, todo porque los amlofóbicos, no supieron enfocar su estrategia ni contener el revanchismo electoral.
Fácilmente comprendemos la diferencia entre liberales y conservadores; los libros de texto desde primaria ilustran esta disputa, enseñan la visión política de unos y otros en la conformación del sistema político mexicano durante el Siglo XIX.
Para el Presidente, los conservadores desean mantener el establishment donde la corrupción socavó a las instituciones del país; son aquellos quienes desean conservar un sistema de privilegios para los corruptos y someter al pueblo en la marginación.
Lo anterior aplica en el discurso, no en la realidad. Entre los amlofílicos no todos son liberales, hay conservadores, de esos recalcitrantes, del mismo modo, no todos quienes desfilaron son fifís, hay gente quien discrepa con el actual ejecutivo federal y no por ello son menos liberales.
El discurso funciona pues en el desconocimiento y la exacerbación de la sociedad derivado de la crisis económica, de seguridad y política en la cual está sumida la nación, es sencillo mimetizarse con los discursos populares.
La mayoría de nosotros tenemos algo de liberal y conservador, ninguno somos ideológicamente puros. Ejemplo, el pejesidente con frecuencia recurre a expresiones religiosas, a invocaciones bíblicas, esto es característico de alguien conservador.
La disputa entre liberales y conservadores se remonta a los inicios de la revolución de Independencia, entre los primeros insurgentes, Hidalgo y Allende representaban pensamientos ideológicos divergentes.
Entre 1821 y 1823, Agustín de Iturbide facilitó la unificación de los insurgentes en un bloque, a su caída, las diferencias afloraron.
Surgieron los primeros partidos políticos, las primeras organizaciones donde se agrupan personas con los mismos intereses, visión del Estado y concepción ideológica. Florecen las logias masónicas escocesas más identificadas con las naciones europeas; por ello, es sencillo entender que los simpatizantes de la monarquía y la aristocracia se unificaran en estas logias.
En las logias masónicas yorkinas se integran los más cercanos al pensamiento liberal norteamericano, los excluidos del rito escocés, los de origen popular. En ambos grupos, el pensamiento liberal estaba presente, la concepción del Estado era lo que diferenciaba a los grupos.
Los escoceses eran proclives a la monarquía y el centralismo, incluso, dispuestos a ser una nación independiente pero con un rey europeo.
Los yorkinos, más cercanos a la democracia norteamericana federalista y republicana. Por supuesto, así se presenta el histórico debate entre centralismos y federalismos, de entre escoceses y yorkinos surge el rito nacional mexicano. Un rito equilibrante, una tercera vía política.
Así se constituye la nación, sin definiciones ideológicas puras, siempre hubo más coincidencias que discrepancias entre ambos grupos de masones, aunque la disputa por el poder los alejaba entre sí.
Los conservadores empujan gobiernos centralistas, autoritarios unipersonales y los liberales gobiernos federalistas, basados en las leyes y las decisiones democráticas.
Como vemos, lo que ayer fue conservador hoy se ve como liberal y lo que ayer era liberal se define como fifí.
Es tiempo de dejar atrás los disensos y trabajar en los consensos, como dice Norberto Bobbio, la democracia es la construcción de consensos en medio de los disensos. Nunca la imposición de unos sobre otros.