La radicalización de los discursos entre conservadores y liberales, derechistas e izquierdistas, amlofóbicos y amlofílicos o simplemente fifís y chairos, va en creciente, y es porque vivimos el intento de cambio en el régimen político, social y económico de México. El parto es de alto riesgo.
El presidente intenta dar un vuelco de 180° al sistema mexicano, un cambio total a la visión del Estado y, por consiguiente, a sus instituciones. Esto no es ni bueno ni malo.
Somos actores de un parto social, y como todo nacimiento tiene sus riesgos.
Como explico a los alumnos de periodismo político, las ideologías predominantes son dos: izquierda y derecha; entre ellas, una escala de variantes.
El mundo asistió a una forma de hacer política en las pasadas décadas donde el concepto ´´ideología´´ fue desechado por un pragmatismo operante; incluso, surgieron los partidos de causas.
La llegada del amloísmo se enmarca en una tendencia mundial del retorno de las ideologías a la política, sean de derecha o izquierda, como sucede en otras naciones.
El resurgimiento de las ideologías en México se da luego de la radicalización de 30 años del llamado ´´neoliberalismo´´, el cual se acercó cada día más a la derecha.
En un ejercicio didáctico, la proyección gráfica de las ideologías sería colocando una línea en forma de círculo en el que las dos puntas casi se unen, queda una separación mínima, aunque visible.
En el extremo derecho de la línea –que no es recta, sino circular– queda la ideología de la derecha, que al llegar a la orilla se encuentra el fascismo, definición en la que nos visualizamos con el Mussolini de los 40´s en el siglo XX, un régimen totalitario, absolutista, cuasidictatorial, ciego a otra forma de concebir la sociedad y sus problemas. Esto es la extrema derecha.
En el extremo izquierdo de la línea queda la ideología de la izquierda, que al llegar a la orilla se encuentra el comunismo, definición en la que nos visualizamos en la extinta URSS, China o Cuba, de la segunda mitad en el siglo XX, un régimen totalitario, absolutista, cuasidictatorial, ciego a otra forma de concebir la sociedad y sus problemas. Esto es la extrema izquierda.
Como lo nota usted, estimado lector, ambas redacciones de los párrafos previos son casi idénticas. Pareciera un error de este opinador, pero no es así: ambas orillas de la línea circular son tan iguales que parecieran ser lo mismo.
Imaginemos una película típica en la que los hermanos gemelos son separados desde bebés y en la edad de adultos se juntan porque ambos son rivales y muy buenos en las artes bélicas. Uno, educado por el malo de la cinta, y el otro por el bueno del melodrama. Son tan iguales, formados en distintos hogares, pero son lo mismo, hasta en habilidades. Usted elija el bueno y el malo; para mí ambos son malos.
Como podemos ver, perdón imaginar, en este escrito, la línea circular tiene sus extremos casi unidos, muy iguales. Así son la izquierda y la derecha, así son comunismo y fascismo, ambos regímenes autoritarios, alejados de la democracia, dictatoriales e impositivos.
En el círculo que se formó al unir ambas puntas, a 90° de ellas está el centro de la línea, como en una recta numérica ese es el punto cero y de ahí la numeración a izquierda y derecha, es el otro punto que dividiría al círculo en mitades. Ahí se ubica la democracia, un sistema político complementario del republicanismo en el que la ley está por sobre los mandatarios y ésta no se puede modificar a conveniencia del grupo en el poder, sea éste fifí o chairo.
En México el equilibrio se perdió visiblemente a principios del siglo XXI y así se mantiene. Rompió el sello que garantiza que ningún mandatario puede radicalizar al sistema. No es culpa del actual presidente y su equipo, aunque también están aprovechando la circunstancia.
El gobierno de EPN acercó más a la derecha de la línea a las instituciones, desequilibrando al régimen. Hoy AMLO y su equipo pretenden llevarlo lo más posible a la izquierda del punto cero.
Este traslado es lo que sentimos como un parto, uno doloroso pues nos acostumbramos a la forma de vida previa, aun y cuando pueda ser mejor o no, la siguiente etapa de vida.