A partir de reconocer la existencia de extremismos en el gobierno lópezobradorista por parte de Carlos Urzúa, en su momento secretario de Hacienda, es importante profundizar en las ideologías que dan vida a esos extremismos.
Para que haya extremos existen posicionamientos antagónicos entre sí, confrontados en su cosmovisión.
Históricamente, las dos caras de la moneda política son las izquierdas y la derecha, reconociendo hay puntos medios o moderados en cada ideología.
Norberto Bobbio, en su obra Derecha e Izquierda (2014) publicada por vez primera en 1994, señala que «derecha e izquierda son dos términos antitéticos que… se emplean habitualmente para designar el conflicto entre ideologías y los movimientos en que está dividido el universo, eminentemente conflictivo, del pensamiento y de las acciones políticas» (p. 33).
Surgida la democracia, sea la griega –directa– o la moderna –representativa–, su existencia presupone rivalidad entre grupos con interés político, entre pensamientos teóricos sobre la concepción del poder público y la administración pública; con formas diferentes de resolver los mismos problemas.
El surgimiento de la democracia como forma de gobierno en los Estados, trajo consigo esta confrontación, por ello, como dice Bobbio, la democracia es la construcción de consensos donde hay disensos.
Mientras hubo monarquías no se presentaron estos problemas pues el rey, al estar sobre la ley por mandato divino, no tenía necesidad de definición ideológica de izquierda o derecha, su juicio era su ideología.
Las tesis, ideas o pensamiento de izquierda no pueden ser contenidos en una concepción de derecha y viceversa. Las ideologías políticas son excluyentes, dice Bobbio (Ídem) «ninguna doctrina ni ningún movimiento pueden ser al mismo tiempo de derechas y de izquierdas…, no en la acepción más rigurosa de ambos términos».
No se puede ser de izquierda y de derecha en forma simultánea, se es de un extremo o del otro.
Esta dicotomía no es exclusiva del pensamiento político, está presente en todas las disciplinas del pensamiento humano. Sin embargo, no siempre la dualidad se presenta en forma antitética, a veces son complementarias. En la política esta díada ideológica si está confrontada, afirma Bobbio.
Preguntará ¿por qué abordar teoría política en ese espacio?, el motivo es porque hasta hace un par de años o menos, se creía superada la rivalidad ideológica de izquierdas y derechas en la actividad política y el ejercicio de gobierno.
Se asumió –este opinador no fue la excepción– que la rivalidad surgida en la revolución francesa y los orígenes del republicanismo democrático, había quedado en las páginas de la Historia, nada más lejano, en México y el mundo revive la disputa ideológica en el quehacer político.
Explica Bobbio que la crisis de definición ideológica tiene su origen en factores diversos, entre estos, porque pierden vigencia los posicionamientos políticos inamovibles, también porque la izquierda perdió rumbo con la caída del muro de Berlín y la extinción de la URSS.
Incluso, este supuesto deceso de las ideologías «izquierda-derecha» se debe a la necesidad de que la política resuelva problemas concretos en vez de teorizar el ejercicio del poder. A este caso corresponden los partidos políticos como el extinto Panal, el cual, sin tener ideología clara en la forma o el fondo, tuvo sus momentos determinantes en la política mexicana.
Se decía en esa etapa que el fin se ubicaba en resolver los problemas de la cosa pública sin importar si la solución se origina en la izquierda o derecha; esto explica cómo pueden el PRD y el PAN formar alianzas electorales, o el PRI y Morena tener coaliciones de facto en decisiones legislativas.
Ninguna de las ideologías de la díada política es buena o mala per se, el radicalismo y el asumirse en el extremo de ellas es lo controvertible.
Las ideologías políticas cobran vigencia, reviven cual ave fénix de entre las cenizas del pensamiento político para desplazar al pragmatismo operante.
Es oportuno que las generaciones de 35 o menos años, conozcan esta díada pues crecieron en tiempos donde las ideologías políticas de izquierda y derecha sólo se veían en los museos y libros de Historia.
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