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El Niño Fidencio a 12 pixeles

Niño Fidencio rodeado por varias personas en una kermess (sic)

I. SONORO

Unos hombres tocan los primeros acordes de “Te Vas Ángel Mío”. La letra canta un gran dolor que se rubrica con los versos: Pero a’i cuando vuelvas no me hallarás aquí / irás a mi tumba y allí rezarás por mí./ Verás unas letras escritas allí / Con el nombre y la fecha/y el día en que fallecí. Es una grabación deficiente de una cámara de video que documenta lo que se considera parte del Patrimonio Intangible de Nuevo León. A unos metros, la tumba de José Fidencio Constantino Síntora.

II. DE ORIGEN

Antes de morir, sorpresivamente, a la edad de 40 años, José Fidencio Constantino Síntora dejó en claro que “resucitaría al tercer día y que escogería a varias personas para seguir en contacto con sus fieles”. Los seguidores aguardaron, pero nada sucedió.

Y, sin embargo, el espíritu “transfigurado” del sanador de cuerpos y almas que soportó en vida extenuantes jornadas de trabajo y que, según algunos, eso fue lo que lo llevó a una muerte prematura, sí “escogió” a varias personas para seguir en contacto con sus fieles, no sólo en el pueblo que se levanta a 94 kilómetros de la cabecera de Mina, Nuevo León, sino en latitudes diversas de la geografía norestense, especialmente, y no sólo en el ámbito de prácticas de curación y medicina tradicional.

III. REGULATORIO

A su muerte, su protector Enrique López abrió un Centro de Estudios Fidencistas, que luego se convirtió, por iniciativa de Fabiola López (hija de Enrique), así como del esposo de ésta, el profesor Heliodoro González, en la Iglesia Fidencista Cristiana, con registro ante la Secretaría de Gobernación en julio de 1993.

IV. REFLEXIVO

El personaje, el pueblo y las prácticas de salud y fe que alrededor de ellos se convocan han sido tema recurrente de estudios y constituyen, desde hace más de 60 años, una bibliografía creciente que incluye títulos como: “Por qué Cura el Niño Fidencio”, de Antonio Moreno (1928); “El Niño Fidencio y el Fidencismo”, de Fernando Garza Quirós (1970); “Las Maravillas del Niño Fidencio”, de Carlos del Castillo, publicado en San Antonio, Texas; “Cabalgando con Fidencio”, de Heliodoro González; “Una Luz en el Desierto”, de Heliodoro González y Fabiola López; “El Niño Fidencio, Cómo Cura… Relatos de los Enfermos”, de Raúl Cadena; “El Niño Fidencio”, de Manuel Terán Lira, y “Las Fiestas del Dolor”,de José LuisBerlanga, Éric Lara y César Ramírez (1999).

V. TELEVISIVO

Quizá sin apego a los citados libros, pero sí con grandes similitudes, en 1988, Televisa lanza al aire la producción “El Rincón de los Prodigios”, con las actuaciones estelares de Odiseo Bichir y Alma Delfina. La historia, que relata la vida de un niño que tiene poderes de curación que se incrementan con los años, fue producto de una convocatoria de guiones para telenovela. Contextualizada en un pueblo norteño en donde hay conflictos políticos y económicos, la producción presenta a un personaje con rasgos similares al Niño Fidencio.

VI. DOCUMENTAL

Sin conjeturas y ya como tema central, en 1980, Nicolás Echevarría presenta “El Niño Fidencio, El Taumaturgo de Espinazo”, que con música de Mario Lavista y en una producción del Centro de Producción de Cortometraje presenta la vigencia del Niño Fidencio a casi 50 años de su muerte, obteniendo el Premio del Trabajo Producido en Cine a la Mejor Dirección, en el Festival de la VII Reseña Internacional de Documentales Etnográficos de Nuoro (Italia).

Veintiocho años más tarde, Juan Farré como director y Curry Fernández como productora, lanzan bajo el subtítulo “De Roma a Espinazo” otro documento que explora en 87 minutos de video analógico y digital transferido a 35 mm el fenómeno social, cultural, de salud y religioso que es el Niño Fidencio. Para ello se valen de testimonios de personas allegadas que confiesan aspectos íntimos del personaje: sufría de paladar hendido, no comía tortillas, casi no se alimentaba con productos sólidos y dormía muy poco.

VII. TEATRAL

Cuando se trata del Niño Fidencio, las anécdotas sobran y es así como también es llevado a escena en el montaje de Jorge Vargas a partir de un texto de Gabriel Contreras: “Niño y Bandido”, en 1988.

La propuesta escénica de Vargas presentaba impacto visual, buenas actuaciones y una dirección de primera.

VIII. FOTOGRÁFICO

Lo que sabemos de él, a 70 (84) años de su nacimiento, lo sabemos sí, por crónicas de la época, pero primordialmente a partir de la experiencia visual que nos proporcionan las fotografías que lo muestran, regularmente, en blanco y negro, rodeado por la excitación de enfermos y pobres para quienes su figura es la representación de la sanación.

En 1917, el fotógrafo mexicano Agustín Casasola hizo un estudio sobre el personaje y su impacto. Noventa años después, hace lo propio el fotorreportero zacatecano Pedro Valtierra.

Otros documentos gráficos han sido elaborados por Patricia Martínez, Lorenzo Armendáriz, Raúl Ortega, Juan José Cerón e, incluso, Leopoldo Castro Moreno, quien abrevando en una estética de religiosidad popular y manipulación iconográfica, expuso “El Campo del Dolor”, en el Museo Estatal de Culturas Populares.

IX. DE GOOGLE

Un total de 20 mil 700 (al 18 de octubre de 2008, fecha de la primera publicación de este texto; al 2022, las referencias suman al menos 300 mil) referencias aparecen en la computadora cuando se anota en la búsqueda avanzada del Google la frase exacta “Niño Fidencio”.

“Teresa Urrea, la Santa de Cabora”, le sigue muy atrás, pero la delantera la lleva “Jesús Malverde”, con 42 mil 300 (cifras para el 2008). Sea cual sea la cuantificación del impacto social en el campo cibernético que los tres comparten, sus vidas muestran tres bases rectoras: una identificación con una población primordialmente de bajos recursos, geográficamente ubicada en la frontera norte de México; una sólida vinculación con el aparato político, de consecuencias positivas o negativas; y una muerte que los posiciona en el espacio de la veneración y la “santificación” popular.

Para santos y héroes, cualquier tierra es fértil, pero el norte es especialmente generoso, sumando a estos nombres los de personajes como Pedrito Jaramillo y Juan Soldado.

X. EVANGELISTA

Autoproclamado como el primer evangelista, el escritor Felipe Montes condensó en su libro que fue presentado apenas ayer (17 de octubre 2008), precisamente en Espinazo, años de trabajo que contaron con el entusiasmo a priori de una Iglesia con prisa por incluir el texto en su liturgia.

La palabra evangelista tiene su referente original en la palabra evangelios (del griego “eu”, calidad, bondad, plenitud, y “ángelos”, mensajero, enviado o representante). En el Nuevo Testamento aparecerá en la Primera Carta a los Corintios, por Pablo de Tarso, escrita probablemente en el año 57.
El verbo evangelizar es muy común en el Nuevo Testamento, y se aplica a Dios, a los miembros ordina- rios de la Iglesia, como también a los apóstoles en sus viajes misioneros.

Más tarde, se usó para hacer referencia al escritor de cada uno de los cuatro evangelios. En cualquier caso, el término evangelista hace alusión a una persona de autoridad, autoridad que procede del Espíritu Santo.

Trasladando, con toda libertad, dicho concepto al corazón del semidesierto nuevoleonés, la proximidad de la literatura con la fe resulta un ejercicio de arriesgado marketing espiritual que se bifurca entre el “adoctrinamiento de lectores a fieles” o la “culturización de fieles a lectores” y que, por qué no predecirlo, hasta puede irse por la libre a las pantallas de cine.

XI. URBANO / RURAL

Mol Art, Street Art: Los colores brotan y explotan sobre paredes de casas deterioradas de la Colonia Talleres. De ahí al centro de la ciudad, sobre ventanales del Barrio Antiguo y en el lobby del Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey o en una pasarela de modas en Plaza Fiesta San Agustín.

El artista visual primero documentó fotográficamente el fenómeno fidencista y ya después decidió dirigir su empeño en la recreación del rostro del hombre que mitigó el dolor del presidente Plutarco Elías Calles con remedios naturales y la suave fragancia a rosas en plena efervescencia del Movimiento Cristero, allá por los años 30.

El artista tiene nombre, tiene una familia, pertenece al colectivo Los Contratistas, pero eso no importa, él se firma como Fidencio Constantino y se despide con la sentencia “bienaventuranza y buena vibra”, reconociendo, en plural, cuando se le cuestiona sobre quién es…

—Nosotros somos Fidencio en forma de arte callejero.
—“¿Entonces tu arte, como una expresión del espíritu del Niño Fidencio, tiene el poder de sanación?”.
—Siempre y cuando se vea con fe. Como la fe que puede tener quien ve un cuadro de San Charbel o de Cristo, sí.

XII. ZOOM OUT

No fue al tercer día ni a la tercera semana, tampoco al tercer mes ni al tercer año y, sin embargo, el espíritu del Niño Fidencio, a 70 (84) años de su muerte, está más presente que nunca, en la “devoción” que fotógrafos, cineastas, escritores, dramaturgos y artistas visuales le han prodigado, atrapándolo, capturándolo, apresándolo en soportes artísticos que llevan la fe a nuevos terrenos, como si en ellos, aún brotara una de las canciones que tanto le gustaba entonar al curandero-santo-héroe popular: “La Hija del Penal”, en cuyos versos se advierte, a manera de augurio:

Mas cierto día al ver a un preso/no sé qué cosa pasó por mí/que con los ojos le mandé un beso/ y en mi plegaria yo dije así. / Ay, Virgencita del Consuelo / ven ayúdame a salvar mi bien / porque sus penas son mis dolores / Ay, Virgencita linda sálvalo / que quiero su cariño ser / el preso eterno de mis amores.

Este artículo fue publicado originalmente en la sección «Encuentro con el Arte» del periódico El Norte. Puede ser usado parcial o íntegramente, dando los créditos correspondientes.




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