“Llevo 3 meses en casa, tengo que salir a distraerme”; “todos necesitamos una distracción”; “pagaré lo necesario para refrescarme, los calores están fuertes”; “los niños ya no aguantan estar encerrados, los tengo que sacar a visitar a su abuela”; ese virus es una mentira del gobierno”; “uso el cubrebocas sólo cuando tomo el camión, de lo contrario no me dejan subir”; “para qué me cuido, de algo me voy a morir”.
De las frases anteriores ¿cuál ya usó estimado lector?
Es habitual y simple culpar al gobierno por cualquier eventualidad que nos limita, nos obliga o nos compromete olvidando que la educación inicial se da en casa.
De niños la prisa nos corre para ser adultos y tener los privilegios que ellos tienen, olvidando claramente la responsabilidad que ello implica.
Hoy la situación es Nuevo León es crítica, pues su motor “la economía” se ha visto como nunca mermada por un virus diminuto, invisible que una vez que se hospeda en su huésped, si este no tiene las defensas fuertes, lo daña hasta que lo mata. Según fuentes del propio gobierno, el panorama en el país es similar, catastrófico en términos económicos.
A través de diversas redes sociales nos hemos dado cuenta que las medidas de prevención las hemos relajado, pues encontramos fotos en reuniones de amigos, de visita con papás, con los suegros, salidas necesarias a echar trago en bares y otros lugares discrecionales… la culpa claro ¡es del gobierno!
La generación millennial siente la necesidad de continuar con la vida en los términos que ellos digan, “pues la gente exagera las cosas”.
Me cuenta mi mamá que de pequeña cuándo mi abuela le decía que se tenía que bañar o tenía que comer… no existía otra; lo hacías o lo hacías.
Hoy a muchos niños les piden y ruegan que por favor se bañen o que por favor coman, hoy esas madres son quienes andan por el mundo en fiestas y eventos, quienes van a los supermercados a pasear a la familia.
La educación millennial hoy se enfoca en vivir momentos sin prever riesgos y toda vez que las cosas no suceden como quieren, encuentran a su culpable eterno; el viejo chiste de que la culpa es del gobierno.