Los mexicanos somos discriminados por un amplio sector de la población norteamericana, padecemos agresión por xenofobia y racismo, en un contrasentido, también lo somos.
Existe una Ley para prevenir y eliminar la discriminación que pretende garantizar la libertad e igualdad para las personas, sin distingos.
La Ley equipara discriminación con distinción por condiciones de raza, sexo y lengua. Establece que esta aberración socioemocional equivale al racismo, entre otras formas de intolerancia y exclusión.
Las caravanas de migrantes destaparon la caja de pandora, afloraron en muchos, la discriminación y el chovinismo.
Según el INEGI,en una encuesta sobre discriminación, el 54% de los entrevistados expresaron haber sido víctimas de este mal por temas como el peso, tono de piel, estatura o vestimenta. ¡La mitad de mexicanos se mofa de la otra mitad!
Nuevo León aparece entre las entidades menos discriminantes -eso dice la encuesta-, lo que no implica seamos una sociedad plural e igualitaria.
El chovinismo o chauvinismo es una forma de discriminación donde se pondera de manera exacerbada lo nacional por sobre lo extranjero, un nacionalismo enfermizo. El embriagado regionalismo es un chovinismo y el nuevoleonés es altamente regionalista.
La nuevoleonesa es una sociedad chovinista y excluyente, aunque no guste el señalamiento y haya quien se desgarre las vestiduras por lo expresado, así es su ADN cultural. Hay quienes lo definen como clasismo, el término es indiferente cuando la conducta es excluyente e intolerante.
Más recientemente está el interés por empatar con ancestros franceses, judíos o italianos, en un abierto demostrar progenie con el viejo continente, ninguno que se sepa, rastrea sus antecedentes indígenas, que los hay.
El regio se enorgullece de sus características físicas que le distinguen de otros mexicanos. En la historiografía local, se pueden leer vidas de personajes casados con extranjeros a quienes creyeron nobles o “especiales” por el simple hecho de su tono de piel o el apellido extranjero.
Viene a colación este aspecto de la cultura en la entidad porque es recurrente escuchar entre ciudadanos, opinadores y políticos, referirse con desprecio y sin argumentos sólidos, en forma discriminatoria a los extranjeros de las caravanas.
Tal vez la discriminación no sea tanto por el tono de piel -que sí lo hay y bastante-, pero lo es por la condición económica y sin importar la causa, es discriminación.
Se cuestiona a los miembros de la caravana por ser pobres, no por venir de centro o Sudamérica.
Difícilmente se aceptará que la nuevoleonesa es una sociedad que mide desigualmente a las personas por su condición, pero se hace, tal vez menos que otras sociedades, aunque la estadística no debe ser consuelo.
La Alameda,plaza en el corazón de Monterrey funciona como embajada cultural de migrantes connacionales. Un sitio al que poco o nada acuden los regios porque es patrimonio social de los otros mexicanos, los que son vistos como raros en algunos entornos de la sociedad por utilizar alguna lengua indígena.
La exclusión por discriminación favorece el multiculturalismo y daña al pluriculturalismo. Las zonas de vivienda de los migrantes indígenas son notorias, colonias y barrios enteros donde cohabitan la cultura madre y la norestense por adopción.
Se rechaza la discriminación, pero los sectores “ricos y pobres” están delimitados, el tono de piel y los rasgos físicos siguen influyendo en las oportunidades de superación.
El regio se ufana de su origen, su etnia diferente a otras latitudes del país que lo hace verse distinto e impulsa a ser laborioso. Como se le quiera llamar, este orgullo es clasista y excluyente y en momentos se acerca a la discriminación.
Dicen que si camina como pato, tiene plumas y hace cua, cua… es pato. ¿Será?