La nación mexicana nace vinculada al cristianismo católico, lo hace de la mano con el fervor guadalupano, con convicción de que la Virgen de Guadalupe escucha, atiende, intercede frente a las necesidades espirituales de sus devotos.
Abordemos este fenómeno sociológico, religioso, psicológico y moral desde la perspectiva histórica, no se trata de perder la imparcialidad laica y académica que procura esta columna “Política e Historia”, pero es indiscutible que la pasión guadalupana está presente en México y parte de Latinoamérica.
Esta adoración traspasa las devociones religiosas y se inserta en la cultura del mexicano (México nace con la llegada de españoles) posee al menos seis elementos distintivos a considerar: el cerro del Tepeyac, la religiosidad prehispánica, el nombre de la Virgen, la temporalidad del ayate o tilma, los actores partícipes y su influencia en los momentos determinantes de la sociedad mexicana.
El cerro del Tepeyac era un sitio de adoración antes del arribo español en América, se veneraba a Tonantzin o Coatlicue, nombres con los cuales se identifica a la diosa de la fertilidad mexica, a quien le agradecían o pedían por las cosechas, madre de los dioses y protectora de la vida y la fertilidad; también madre de Huitzilopochtli quien se convierte en el dios sol (dios de la luz). ¿Les parece familiar la narrativa?
Según los cronistas de época, las peregrinaciones al Tepeyac llegaban en masas desde más de 20 leguas de distancia (más de 90 kilómetros). Las peregrinaciones llegaban allende la ciudad de Tenochtitlán.
Se atribuye a Pedro de Gante la primera ermita o centro de culto a la Virgen de Guadalupe, algunos cronistas refieren que al otorgar mercedes y encomiendas Hernán Cortés a sus acompañantes, uno de ellos, extremeño como Cortés y por tanto adorador de la Virgen de Guadalupe en Extremadura España, colocó una imagen de ella en la cima del cerro, con lo cual comienza la veneración.
Parte de los españoles llegados con Cortés eran sus paisanos de Extremadura, por lo que es entendible la presencia y devoción de éstos para la Virgen morena.
El nombre de Guadalupe no es prehispánico, le corresponde a la Virgen morena de Extremadura, pero esto no significa que Guadalupe, la mexicana, sea la misma, lo es solamente en nombre por los orígenes de la devoción en suelo mexicano.
Para 1525 se estima que inició la adoración en el Tepeyac, pronto se le conoció como el cerro de Guadalupe. En un sincretismo natural, el cerro del Tepeyac fue de Guadalupe y Guadalupe es la morenita del Tepeyac, dando origen al mestizaje religioso, al surgimiento de la identidad en el catolicismo mexicano, auténtico y particular, un cristianismo predominantemente guadalupano.
El ayate o tilma está en el epicentro del fervor; se asegura que el 12 de diciembre de 1531, la Virgen se le aparece a Juan Diego y atiende la solicitud de Juan de Zumárraga con relación a aportar evidencias por parte del indígena con respecto a las milagrosas apariciones y la petición de que se construya ahí un santuario a la Virgen María.
En el ayate queda plasmada la Virgen morena, que no es la misma imagen de la Virgen de Extremadura, por ello aseguramos que sólo comparten el nombre. Las rosas son un complemento del milagro pues la presencia de la imagen en una tela como la de la tilma es en sí mismo un milagro, sea humano o divino.
De la aparición a Juan Diego no hay discusión histórica, el debate se presenta entre quienes aseguran si fue en la capa de Santo Tomás apóstol donde se imprimió la Virgen. (continuará…)

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