Copiando la consigna de marcha de quienes recuerdan el 2 de octubre, aquí recordamos el 2 de julio como una fecha inolvidable para la democracia mexicana. El 2 de julio del 2000, gana la elección presidencial Vicente Fox Quezada, primer presidente no surgido del PRI en la era democrática del país. Una transición del partido único a la pluralidad electoral, primera transición del país que no es antecedida por un movimiento o convulsión social.
Ese día pierde la elección Francisco Labastida Ochoa, el PRI es derrotado por el PAN y el voto ciudadano que reprocha los gobiernos neoliberales y en particular el gobierno de Ernesto Zedillo Ponce de León. Una elección enmarcada en el triunfo de las urnas y con las sombras de un proceso con turbulencias que nunca fueron aclaradas, bueno, nunca hasta el 2 de julio del 2015 cuando Francisco Labastida Ochoa, en entrevista a Pascal Bernal en Imagen Informativa radio, devela que Ernesto Zedillo operó para la derrota del tricolor o en aquél entonces por muchos llamado partido hegemónico.
Mucho hay porque recordar el 2 de julio del 2000. Con el arribo de Fox se fortalece la apertura a la libertad de expresión, los medios dimos cuenta un día sí y otro también de los arrebatos, las foxadas, los exabruptos y los desastres en el manejo político del gobierno foxista.
A partir de esta fecha los mexicanos pudimos confiar en los procesos electorales más allá de irregularidades y particularidades como las presentadas 6 años después en el 2006.
Transcurridos 3 lustros de aquél momento de la historia presente de nuestro país, es importante señalar que el arranque del siglo XXI se enmarcó con la transición de partidos políticos en el gobierno ejecutivo de México; sigue siendo materia pendiente alcanzar una legislación que garantice la transparencia, legalidad, legitimidad, equidad e imparcialidad del primer momento de cualquier democracia: la jornada electoral… el momento del voto de confianza.
