El personaje central es sin duda quien cambió la historia del mundo, el de Medellín, Hernán Cortés. Pudo ser otro, pero fue él y sus acciones quienes transforman la economía, geografía, política y sociedad del siglo XVI.
Escribimos que es un hombre con estrella, pero además con el arrojo de quien no tiene vuelta atrás.
En octubre 23 de 1518 recibe las instrucciones de Diego Velázquez, sobre la expedición. El viaje inicia al menos, cuatro meses antes cuando él y Diego de Velázquez acuerdan la expedición que tenía por objeto evangelizar, comerciar, rescatar españoles si se encontraran y, si veían islas no descubiertas, declararlas propiedad del reino.
Cortés no tenía vuelta atrás, como señala José Luis Martínez en su libro “Hernán Cortés”, en la organización de la expedición se gastó todo y más, tenía hipotecada la expedición, de no regresar con riquezas volvería a la pobreza que dejó en Medellín, región de Extremadura, España.
Fueron diez u once naves de las cuales, el de Medellín patrocinó siete u ocho y Diego de Velázquez tres. Poco antes de zarpar en febrero de 1519, conoce que Velázquez le retirará el liderazgo de la expedición, con esto su inversión se volvería polvo. Se hace a la mar en desobediencia, pero no sólo eso, al recargar provisiones, convence al emisario de Diego de Velázquez de unirse a la expedición.
En ese momento es merecedor a un juicio que le puede costar la vida, recordemos que su socio y concuño no lo tenía por bien visto, sin olvidar las deudas por montar la expedición. Ese ahí cuando quema sus naves, no hay vuelta atrás.
En abril siendo prófugo, llega a las costas de Veracruz y funda la primera Villa de Veracruz, un poco al sur de la actual ciudad. Ahí aprovecha un recoveco en las instrucciones giradas y funda una población.
Ese es el segundo momento en el cual, Cortés sabe que, si lo aprehenden será hombre pobre y muerto. Se juega el todo, con gran estrategia política, funda una población a nombre de los reyes de España, su única posibilidad de supervivencia.
Las riquezas no llegaban en las cantidades deseadas, necesitaba más para cumplir con lo que debería mandar a los reyes y así ganar su benevolencia, pagar a los expedicionarios, costear los gastos y recibir la riqueza añorada; la única salida era seguir tierra adentro. La solución fue hundir, que no quemar, las naves, asegurarse que los inquietos y amotinados de su tripulación sólo tuvieran una salida: seguir con él hasta donde los llevara.
En la ruta hacia Moctezuma II, descubre el descontento contra el mexica por parte de los reinos-estado en la región, principalmente los tlaxcaltecas, pueblo temido por su capacidad bélica y archienemigos de los aztecas.
Tenochtitlan no cayó el 13 de agosto de 1521, este es el corolario de una conquista anunciada. La verdadera caída inició el 8 de noviembre de 1519 cuando Moctezuma II no tuvo la capacidad para lidiar con el español y sus aliados.
A la historia le falta encontrar los documentos que expliquen las razones de Moctezuma para someterse. Conocemos la versión española: que reconoció en el rey de España a un superior y en el Dios cristiano a uno verdadero; conocemos la versión proindigenista que repite la anterior, excusándolos porque confundieron a los españoles con dioses, falsas ambas versiones.
Recientemente Matthew Restall en “Cuando Moctezuma conoció a Cortés” plantea una tercera versión: que el mexica siendo cientificista, con un gran zoológico, quiso estudiarlos,pero se le fue de control «el experimento», tampoco es convincente, aunque más probable.
Falta saber la verdadera razón por la cual Moctezuma II en vez de combatir, abrió su casa y se entregó hasta la muerte a Cortés y compañía.