El 12 de noviembre, además de festejar al servidor postal, se celebra el Día Nacional del Libro, conmemoración que data del 6 de noviembre de 1979; la fecha es relevante porque ofrece información que al analizarla usando el método comparado habla del estatus de democracia en la cual vivimos.
De acuerdo con el Inegi, en una encuesta, en el apartado del módulo de lectura, señala que somos 38 millones de alfabetas mayores de 18 años en el país, de ellos, 16 millones declararon haber leído al menos un libro entre febrero de 2019 y febrero de 2020, un promedio de 3.4 ejemplares de libros, revistas, sitios web y más por lector.
El promedio no es malo entre lectores, es pésimo si lo analizamos entre el total de los mexicanos. Además de que para el Inegi, el concepto de lector es más amplio que lo concerniente a un libro o revista: el Inegi «considera como lectora a aquella persona que declara leer cualquier tipo de material escrito; es decir, incluye a quienes leen libros, revistas, periódicos, historietas, blogs y otras páginas de Internet, etcétera».
Sería relevante diferenciar el tipo de documento leído, pues muchos sitios de blog o páginas en internet no necesariamente aportan al desarrollo cognitivo del ciudadano.
No tengo duda que en los últimos años somos más lectoescritores, que la competencia comunicativa se ha estimulado con las redes sociales, concretamente con el WhatsApp, en donde la escritura de textos cortos obliga al desarrollo de la capacidad lectoescritora, aún cuando las imágenes y gráficos suplen al texto, algo de tipo pictórico.
Analicemos cifras en México, según el INE, existen al 9 de octubre de 2020, 92 millones 439,159 electores, ciudadanos mayores de 18 años con credencial para votar, este es dato duro.
Según el Inegi, existen 38 millones de alfabetas mayores de 18 años. Las cifras de ambos institutos son contrastantes, uno de ellos está equivocado en sus resultados o tenemos un grave problema de tipo estadístico, democrático y socioeconómico en México.
Comparando Inegi e INE, tenemos 54 millones 439,159 electores analfabetas, es decir el 58% de los registrados en el padrón electoral. Esto resulta inverosímil, no por el susto que genera, sino por lo alejado de la realidad en la cifra; de no ser así, estamos ante un México sin posibilidades para salir del hoyo.
De acuerdo con el Inegi, en su reporte sobre la encuesta relativa a lectores, de los 38 millones de alfabetas, sólo 16 millones leyeron al menos un libro al año; es decir, 58% de quienes tienen la competencia lectora, no lo hacen ni por asomo. El 66% de ese 42% de lectores cursó algún estudio de educación superior, no implica graduado, puede ser unos días en el aula, tan solo.
Lamentablemente y con un sentido de lógica, entre menos grado de escolaridad entre los alfabetas, es menor el perfil lector, vaya, no leen ni el libro vaquero que tanto gusta al gobernador de Nuevo León.
De los 16 millones lectores, el 27% lo hizo por trabajo o estudio, 1% por otros motivos y el 7% por temas religiosos; tan sólo el 65% se acercó a la lectura en forma lúdica o por recreación literaria.
Analicemos las cifras con óptica democrática electoral y tenemos un caos que sin duda se refleja en la manipulación, clientelismo y compra de conciencias que políticos y partidos hacen con muchos electores.
Nuestra democracia nunca mejorará mientras no seamos críticos, reflexivos y capaces de comprender las necesidades que tiene la sociedad para transformarlas.
Sin lectores no hay igualdad ni libertad; los derechos humanos son letra muerta y la justicia, una mona con los ojos vendados.
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